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LA CARPINTERÍA DE LAZO

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GRANADA 2013

Venir a Granada a explicar que es la carpintería de lazo

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es como ir a Valencia para explicar lo que es una paella. Sin embargo, no todo el mundo sabe que la paella en su origen no era el arroz que los valencianos han hecho famoso,

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sino la sartén en que se hace, pero el plato es tan conocido, que ¿a quien le importa como se llama la sartén?, de hecho la mayoría no la llama paella sino incorrectamente, paellera.

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Algo parecido ocurre con nuestra carpintería histórica, pero hoy voy a dejar de lado la cuestión del nombre que debe designarla, sino a comentar una serie de consideraciones sobre cómo, y por qué pudo surgir en nuestro país, y después que cada cual saque sus propias conclusiones.C4_5

Creo que nadie duda que fue Granada el lugar de España en que apareció esta carpintería, y la ciudadela de la Alhambra donde cobró todo su esplendor. C4_6

Tal vez fuera el palacio del Partal el primero que recibe este novedoso ornamento, C4_7

y Muhamad V quién culminó la labor, iniciada en su nuevo Mexuar, tal como en este dibujo lo imagina mi buen amigo Miguel SobrinoC4_8

y lo remató con el sorprendente conjunto del Patio de los Leones, cuyo recuperado pavimento fue considerado inexistente durante décadas, tal vez porque sabios historiadores así lo habían establecido.C4_9

Hace ya veintisiete años, publique en Cuadernos de la Alhambra, (no sin seria oposición) un artículo en el que no pretendía exponer ninguna teoría,

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tan sólo me limité a aportar los testimonios de Jerónimo Múnzer 1494, Antonio de Lalaing, 1502, Andrea Navagiero 1526,  Luis del Mármol 1600, o Bermudez Pedraza 1608, viajeros que en su día habían visto el patio enlosado con mármol,

He traído este ejemplo para mostrar que los principios de autoridad con frecuencia dificultan el avance de las investigaciones.

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Es más frecuente de lo que pensamos, que los principios de autoridad prevalezcan ante evidencias constatadas, y eso ha estado ocurriendo en el caso de nuestra carpintería histórica, por ejemplo pasando por alto la existencia de carpintería “mudéjar” en lugares tan alejados  de su granadino origen, como en Santiago de Compostela.

También ha sido frecuente creer que esta carpintería era un producto del sur islamizado, pasando por alto las existencia de estas armaduras por el norte de España especialmente en territorios que conformaron el Reino de Castilla, así los podemos encontrar en Galicia.

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Donde encontramos más de un artesonado.

Esta y la anterior están en Santiago de Compostela.

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O incluso en pleno centro de la ciudad de  Lugo, donde podemos contemplar esta ochava de lazo que los propios lucenses apenas conocen.

Por eso creo que es bueno hacer una serie de consideraciones sobre como pudo cuajar en nuestro país esta carpintería y que hizo posible que se extendiera, incluso hasta el nuevo mundo, para intentar explicarlo voy a hacer un inciso.

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Y es interesante para comprenderlo saber como se construyó en Europa hasta la aparición del acero laminado.

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La Europa mediterránea ha sido esencialmente constructora de fábricas, de piedra, ladrillo u hormigones, mientras que la Europa atlántica mayoritariamente ha sido carpintera. Eso no quiere decir que en el mediterráneo no se usara la madera en la construcción ni en el norte de Europa se ignorara la piedra o el ladrillo. Me refiero a la forma más habitual de concebir los edificios.

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En tiempos del impero romano, como en tantos otros lugares, la madera se usaba para realizar forjados de piso usando técnicas que han pervivido siglos

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o armaduras de cubierta, donde aportaron la invención del cuchillo triangulado, lo que demuestra que con independencia de su preferencia por las fábricas, Roma dispuso de magníficos carpinteros C4_20

mientras que en la Europa atlántica, se prefería la madera para estructurar sus edificios, lo que no impedía que también usaran el ladrillo o la piedra, especialmente para preservar la madera de las humedades del terreno,

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O para evitar el peligro del fuego, C4_22

Tras la caída del imperio romano, los pueblos que lo ocuparon reinterpretaron como pudieron su arquitectura, dando lugar al estilo románico C4_23

Más al norte, alejados del influjo romano, surgió el gótico, que entiendo como una formalización en piedra de quienes habitualmente trabajaban la madera.

De hecho, se podían hacer bóvedas góticas exclusivamente con madera, como se demostró en el cimborrio de la catedral de Ely, C4_24

o sin ir tan lejos, en muchas iglesias del país vasco, de las que aquí expongo sólo una pequeña muestra. C4_25

La situación de España en Europa es excepcional, goza del influjo mediterráneo y del atlántico, y por tanto siempre hemos compartido ambas formas de entender la construcción o la arquitectura, conceptos que con más frecuencia de la debida se confunden.

Además nuestra península enlaza directamente con África, lo que indudablemente nos diferencia de Francia, el otro país europeo que también es atlántico y mediterráneoC4_26

En Francia, esta dicotomía climática también tiene sus consecuencias, cuando en el siglo XVIII aparece la Enciclopedia de D’Alambert y Diderot,  se incluye un capítulo para la arquitectura, en el que se explica la arquitectura como el arte de “diseñar” edificios, C4_27

Sobre todo volviendo a la pureza de formas del pasado, nos muestra la forma y proporciones de sus principales componentes.C4_28

Pero a la hora de poder construir esa nueva arquitectura, no se pueden desprender de su gran experiencia carpintera propia de la Europa atlánticaC4_29

Y si hoy recorriéramos el Paris que no destruyó el Barón Haussman, seríamos incapaces de imaginar que toda la edificación que nos rodea, tras sus revocos, cuenta con un poderoso esqueleto de madera, ya fuera como se hacía antes de la Enciclopedia, o como se empezaba a hacer en su tiempo.

Pero volvamos a los palacios granadinos,C4_31

tal vez no fueron los realizados en la Alhambra los primeros, como este del Oratorio del PartalC4_32

pero en cualquier caso, Granada fue sin duda el primer lugar donde aparecen las techumbres de madera con la decoración geométrica que nos interesa.

La primera pregunta que surge es: ¿quienes pudieron ser sus autores, y que tradición carpintera pudieron tener?. La respuesta inmediata es evidente: carpinteros islámicos.C4_33

Asumamos que la respuesta es correcta, cabe una segunda pregunta: ¿de donde procedían? Evidentemente, o estaban ya en Granada o llegaron de cualquier otro lugar. C4_34

Si ese lugar lo buscamos en el mundo islámico, C4_35

en pocas regiones de las convertidas al Islam había tradición de organizar estructuras de cubierta cuyos faldones inclinados desalojan rápidamente las lluvias, por la sencilla razón de que ese no era su problema.C4_36

Tal vez en el cercano Marruecos se llegara a hacer algo similar, pero no como trabajo habitual, sino como la excepción que confirma la reglaC4_37

Y si insistimos en buscar tradiciones carpinteras que pudieran haber propiciado nuestra carpintería histórica, algo podremos encontrar, por ejemplo, en el Yemen se hace una buena carpintería con algunas semejanzas, pero tan sólo la practican en puertas, balcones, ajimeces o elementos ornamentales, pero jamás en estructuras de cubierta.C4_38

Aunque no sea demostrable, la lógica nos dice que tuvieron que ser carpinteros granadinos quienes inventaron esta nueva carpintería, se trataba de incorporar una vistosa geometría decorativa a los trabajos que en aquel momento sabían hacer

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Estos motivos geométricos, evidentemente vinieron de territorio islámico, y con toda probabilidad de la Turquía seleucida, donde por cierto, jamás se emplearon en estructuras carpinteras, siempre fueron simples decoraciones añadidas a su peculiar arquitectura, y si de madera se trataba, podía ser una puerta, un nimbar y poco más.C4_40

Supongamos que el primer autor de una de estas carpinterías fuera musulmán y de Granada, y también experto carpintero que había aprendido el oficio de su padre, éste de su abuelo, su abuelo del bisabuelo, etc. etc. No me cabe duda que acabaríamos en un muladi, es decir en un antiguo trabajador, siervo o esclavo, que renegando del cristianismo pronto consiguió ser liberto, y además evitaba pagar la capitación de quienes por la razón que fuera, preferían seguir siendo cristianos, y por añadidura, el cambio de confesión nada implicaba cambio de oficio.C4_41

Mientras transcurría el siglo XIII, Fernando III se adentraba poco a poco, pero implacable, en los territorios musulmanes, en 1236 caía Córdoba, desde 1248 Sevilla era cristiana, los territorios al este de Granada también iban sucumbiendo a los cristianos,C4_42

aun faltaba un siglo para que los primeros palacios de la colina de la Alhambra empezaran a tomar forma, probablemente con Yussuf I ya mediado el siglo XIV.C4_43

Con Muhamad V Sevilla y Granada eran aliadas. Pedro I estaba reconstruyendo los Reales Alcázares para su sede, C4_44

mientras en Granada Muhamad V construía el Patio de los Leones. ¿Pudieron carpinteros de Pedro I conocer la Alhambra? No me consta ese dato concreto, sí que ambos monarcas intercambiaron operarios, pero en el fondo el detalle de donde se produjo el intercambio carece de importancia.

Del mismo modo que para el análisis técnico de nuestra carpintería, tampoco importa que los carpinteros que entonces trabajaban en Sevilla fueran musulmanes, mudéjares, o cristianos, lo que realmente me interesa es saber como fue posible asimilar a sus obras habituales, y con tanta facilidad, una técnica geométrica aparentemente tan endiablada.C4_45

Y sólo encuentro una explicación: que en el siglo XIII las técnicas carpinteras heredadas de celtas, normandos o visigodos que poblaron nuestro territorio antes de la invasión islámica, afortunadamente no se habían perdido.

Y para que la rápida asimilación de la compleja geometría islámica fuera posible, es también lógico pensar que aquellos carpinteros que trabajaron en nuestro territorio, eran también duchos en el manejo de la geometría para realizar sus trabajos, C4_46

y hasta me atrevo a aventurar que ya realizaban estrellas de ocho puntas en sus trabajos estructurales, como las que luego usarían en la Sinagoga de Samuel Halevi a mediados siglo XIV, C4_47

o en unos restos de fecha desconocida que se conservan en el museo Provincial de Salamanca.C4_48

De hecho, en esas fechas podemos encontrar en Europa alguna armadura de cubierta, que compagina la función estructural con la decorativa, incluso formando estrellas de ocho puntas, como la que cubre la sala capitular de la Abadía de Canterbury.

Es decir, en nuestra península la tradición carpintera visigoda permaneció, no sólo en territorio cristiano, sino también en el musulmán, ya que el cambio de religión no implicaba necesariamente cambio de oficio, los que hacían las cubiertas de los edificios las siguieron haciendo pues tampoco la religión había cambiado el climaC1_48/C450

Es curioso que la técnica carpintera que recoge López de Arenas a finales del siglo XVIC4_51

es técnicamente similar a la que se ha conservado en Europa.  A principios del siglo XX, George Ellis recoge en sus libros de principio del siglo XX, el uso de los cartabones de armadura, convertidos en una escuadra de acero que también permite trazar los ángulos necesarios para el corte de piezas que deban formar determinados polígonos.C4_52

o a fines del siglo XX, la misma técnica explicada por López de Arenas la encontramos en libros de texto americanos.C2_42/C4_53

Realmente puede parecer difícil de creer que un carpintero de tradición visigoda pudiera asimilar estos complejos trazados islámicos, pero voy a mostrar a continuación, que aprender a realizar un techo como el que adorna la alcoba del trono del Salón de Comares, puede resultar casi un juego de niños. C4_54

Vamos a utilizar este triángulo equilátero, olvidándome por el momento de cómo se traza la rueda que vemos en su centroC4_55

Si el módulo lo giramos 60 o 180 grados, C4_56

Podremos juntarlo con el anterior, y el trazado tiene total continuidad entre ambos módulos, esto es lo esencial de este tipo de trazados, la continuidad que se consigueC4_57

A partir del triángulo equilátero escogido se puede preparar un faldón de una artesa determinada, sin preocuparnos por el momento de la inclinación que habrá de tener en el techo que vamos a construir

Todos los módulos son idénticos y llenarán completamente el espacio escogidoC4_58

Este sería el faldón completoC4_59

En realidad, el borde inferior no se va a comunicar con ningún nuevo módulo por lo que he completado la calle inferiorC4_60

Para el almizate, es decir la parte horizontal del techo, necesitamos un cuadradoC4_61

Lógicamente el triángulo que ha servido de base en principio, no parece adecuado al nuevo cuadradoC4_62

Vamos a trazar unas diagonales del cuadrado y ver que nos queda en una de las cuatro partes en que lo hemos divididoC4_63

Elimino los trazos que no me gustanC4_64

Los remato en la medida que la continuidad de trazos es elementalC4_65

Y para continuar trazo un octógono en el que inscribiré una cubo o un racimo de mocárabesC4_66

Y ajusto el octógono con el trazado que ya teníaC4_67

Giro cuatro veces el trazado realizado, y de esa forma ya tengo completa la muestra del techo.C4_68

La propia geometría del diseño condiciona el volumen que tendrá el conjunto una vez unidos todos sus elementos. Este proceso es el lógico cuando se trata de hacer un falso techo decorativo, no tanto si se trata de construir una armadura de cubierta, pero es evidente que con unas pequeñas transformaciones, el sistema es aplicable a la construcción de armaduras.C4_69

Todo lo anteriormente expuesto tiene una lógica aplastante. De todos los infinitos trazados geométricos que se desarrollan en el mundo islámico, a nuestros carpinteros tan sólo les inbteresaron estas combinaciones de ruedasC4_70

Cada una de las ruedas que acabo de mostrar, genera una trama, que es la que el carpintero utilizará para controlar sus trazados. Acabamos de ver un ejemplo resuelto con la combinación de ruedas de nueve y doce.

Pero hemos dado por supuesto que sabemos realizar el trazado geométrico del interior del triángulo, y lógicamente surge una pregunta ¿No es demasiado complicado el trazado de las ruedas que generan semejantes mallas?C4_71

Lo más sorprendente es que los carpinteros castellanos, con independencia de la forma de trazado islámica, encontraron un modo de realizar estos temas geométricos con gran sencillez y precisión, totalmente diferente al que utilizaba el tracista musulmán, gracias a un hábil manejo de cartabones, que el carpintero ya usaba para diseñar, medir y cortar sus armaduras.

Lo interesante del método es que para cada rueda basta un juego de tres cartabones cuya construcción es extremadamente simple, y además inolvidableC4_72

Tan sólo se necesita saber trazar las piezas que en este dibujo están totalmente coloreadas, las dos que aparecen silueteadas son idénticas a una de las anteriores. Para completar la rueda basta repetir ese trazado tantas veces como brazos tenga la rueda.C4_73

Y de nuevo me hago una pregunta: ¿Si reproducir esta geometría era tan simple, cómo es posible que en todo el resto del mundo islámico apenas haya sido capaz de encontrar un par de ejemplos en techos de madera en que aparezcan este tipo de trazados?C4_74

Y sólo encuentro una respuesta, que aquellos carpinteros de herencia visigoda, además de dominar la geometría, también tenían que ser proclives a la decoración de cintas entrelazadas, algo muy arraigado entre los pueblos celtas, escandinavos y nórdicos.C4_75

Si nos fijamos en este tipo de decoración aparentemente igual  a la anterior, pero realizada en el mundo islámico, hay una diferencia significativa, en este trazado la imaginación y creatividad del autor tiene libertad total para diseñar lo que se le antoje, en el fondo su origen tiene relación con la rueda de nueve brazos y la de doce, pero no está sometida a la sistemática repetición del modelo básico. C4_76

El carpintero castellano necesitaba respetar una disciplina estricta, dado que esa disciplina será la que le  permitiría un exacto control de las medidas de sus trabajos, con la absoluta precisión que precisa cada elemento, para que la conjunción de todos los construidos se produzca no sólo con total coincidencia en sus bordes, sino también en las medidas totales.C4_77

Eso explica que se prodigaran tanto este tipo de armaduras carpinteras por todo el reino de Castilla. Y quien pueda pensar que la repetición sistemática de uno de estos trazados, como el generado por la rueda de nueve y doce puede producir resultados monótonos, no tiene más que ver los siguientes ejemplos, todos a partir del mismo motivo, para convencerse de lo contrario.

Esta es la nave de San Nicolás de Madrigal, donde se bautizo Isabel la Católica,C4_78

Y este su presbiterio, donde se consigue una composición totalmente distinta, separada de la anterior por un arco en el que ya vemos un intento de incorporación de las nuevas corrientes renacentistas.C4_79

En esta iglesia de un escondido pueblo abulense, el Herradón de Pinares, nos encontramos tres ricos artesonados, el de la imagen, basado en la misma rueda de nueve y doce, pero ahora utilizando cintas dobles, lo que difícilmente relaciona su motivo básico con el de las anteriores.C4_80

Y en un ayuntamiento cercano a Salamanca vemos de nuevo la combinación de ruedas de nueve y doceC4_81

Esta variante en Villalcón, en la provincia de Palencia nos ofrece una nueva forma de usar las ruedas de nueve y doce, nada parecido al que acabo de mostrar.C4_82

En Villalón de Campos este otro artesonado, también de nueve y doce, en una composición diferente, hace los honores a un magnífico retablo de BerrugueteC4_83

Tampoco es fácil comprobar que este artesonado también se resuelve gracias a las ruedas de nueve y doceC4_84

O esta joya de la carpintería palentina, en Cisneros, antes de su restauración. Su polifacetada estructura hace difícil ver con claridad su trazado de ruedas de nueve y doce,C4_85

Y aquí después de ser restaurada, donde se aprecian mejor sus detalles. El conjunto de racimos de mocárabes atraen la atención hacia su almizate, distrayendo la apreciación de su repetido motivo de nueve y doce.C4_86

En este dibujo intento explicar el sistema constructivo de la armadura que acabo de mostrarC4_87

La abundancia de armaduras realizadas por todo el reino de Castilla explica que D. Manuel Gómez-Moreno se sorprendiera sobremanera al encontrar en la Moraña abulense tantas armaduras de lazo. C4_88

La abundancia de armaduras realizadas por todo el reino de Castilla explica que D. Manuel Gómez-Moreno se sorprendiera sobremanera al encontrar en la Moraña abulense tantas armaduras de lazo. C4_88

Y si ya eran muchas las que pudo descubrir con los medios disponibles a principios del siglo XX, la doctora María Fernández Shaw, al realizar su tesis, aun encontró unas cuarenta más que D. Manuel no pudo ver, C4_89

y en un corto recorrido de San Rafael a Ávila, pude sumar otras dos techumbres inéditas, una de ellas con prueba de que su carpintero conocía las reglas de trazado de los lazos. C4_90

Fue la dinastía Trastámara, tras derrocar a Pedro I la que consolidó esta forma de construir armaduras. C4_91

Juan II, fue un claro aficionado a estas joyasC4_92

El Alcázar segoviano estuvo repleto de ellasC4_93

Como el también segoviano convento de San Antonio el Real, obra de Enrique II C4_94

Cuya iglesia vemos aquí

¿Cuándo empezó el declive de esta carpintería?

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La llegada del Renacimiento pudo poner a la carpintería de lazo en peligro de desaparición, la imprenta que acababa de inventar Gutenberg iba a divulgar la arquitectura clásicaC4_97

pero los tratados que venían de Italia, o los que en España se escribieron, poco o nada decían de la forma de resolver una compleja armadura de cubierta, fuera o no de lazo, C4_98

En la Granada recién conquistada, cuando la dinastía Trastámara está a punto de extinguirse, y la carpintería corría el riesgo de perder su principal mecenazgo, los carpinteros ya estaban tratando de asimilar las novedosas corrientes renacentistas, C4_99

aunque no sabían muy bien en que consistía la nueva moda a seguir. El convento de Santa Isabel la Real nos muestra en el presbiterio de su iglesia uno de esos intentos, C4_100

cuyo autor aun repetirá dos veces C4_101

pero la carpintería de lazo ya no era un tipo de trabajo que se hiciera por seguir una tendencia de más o menos éxito. Se había convertido en el sistema más eficaz de cubrir un edificio, y además era de gran vistosidad, y perfectamente compatible con la ortodoxia renacentista. C4_102

Realmente, durante el siglo XV y fundamentalmente en el XVI, la carpintería de lazo se afianzó en Castilla por haber proporcionado al carpintero la posibilidad de prefabricar sus armaduras, que podían construirlas por paños fácilmente manejables, y que después se montarían sin problemas, gracias a la precisión que la geometría de origen islámico les había proporcionado, C4_103

la lacería proporcionaba la densa trabazón que hacía los paños suficientemente rígidos para poder ser manejados sin problemas. C4_104

Esta carpintería siguió practicándose durante todo el siglo XVII, y languideciendo durante parte del XVIII.C4_105

Será la recién creada Academia, en su intento de poner orden en el complejo mundo que compartían carpinteros, alarifes, canteros, albañiles, aparejadores o carpinteros ensambladores, estos últimos convertidos en architectos, (titulo que entre nosotros no existía), la que acabará relegando la carpintería de lazo, al apostar por la arquitectura neoclásica, y curiosamnte fueron los propios carpinteros quienes con sus bóvedas encamonadas, C4_106

ocultarán muchas de las obras por ellos realizadas. Bien es verdad que muchas armaduras de lazo permanecieron en su lugar, al ser la protección real del edifico reformado, y eso nos ha salvado muchas de su ruina.C4_107

A finales del siglo XIX los viajeros románticos que recorrían nuestro país, quedaron fascinados por todo lo que encontraban en nuestras tierras, C4_108

especialmente la exótica arquitectura de raigambre islámica C4_109

el nombre de la Alhambra recorrió el mundo entero, C4_110

teatros, bares o cualesquiera otros locales lo adoptaronC4_111

Los propios españoles se entusiasman con este nuevo estilo, Amador de los Ríos lo utiliza en su discurso de ingreso en la Academia de Bellas Artes, C4_112

y se vuelve la vista a esa espectacular carpintería que se va a intentar recuperar, el marques de Salamanca encarga una residencia en Carabanchel donde hará un salón árabe con un artesonado de lazo, C4_113

frente al paseo del Prado, con la colaboración de Contreras se construyó el palacio Xifré, con varias réplicas de los artesonados de la Alhambra, en la madrileña carrera de san Jerónimo se construyen unos baños públicos que también utilizaron esta carpintería como reclamo, C4_114

El interés por nuestra carpintería va en aumento, tanto que en 1912 se reedita de nuevo libro de Diego López de ArenasC4_115

Que en 1929 le servirá a Aníbal Alvarez para cubrir las cajas de escalera de los edificios de la plaza de España, de la feria Ibero Americana, aunque fuera mal interpretando los dibujos del libro, pero tan sólo se trata de un intento póstumo, que no pasará de ser un ejemplo más del eclecticismo que acompañó al paso entre los siglos XIX y XX C4_116

Fin

REPRESENTACIÓN DE UNA ARMADURA DE LACERIA

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Buenos días, es una tradición de la Academia que quienes formamos parte de ella hablemos de la obra que entregamos al ingresar, y hoy me ha tocado a mi hablar de estos dibujos que representan sendas armaduras de lacería.

¿Y que puedo decir de estos dibujos?

Poca cosa:

En principio, que están hechos sobre papel vegetal y con tinta negra y sepia.

Ésta primera representa el artesonado de la capilla de la Virgen del Castillo, en la iglesia de san Facundo y san Primitivo, en Cisneros, provincia de Palencia,

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Y ésta otra, el curioso artesonado de una capilla lateral de la iglesia de Santiago en Granada.

Ambos son perspectivas cónicas, y tratan de explicar como se organizaban estos techos, y son parte de las ilustraciones de mi libro sobre la carpintería de armar española.

Y no se me ocurre nada más

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Pero como supongo que con estos comentarios no habré cumplido con el compromiso adquirido, contaré cómo me vi metido en semejante lío de tener que representar unos techos tan complejos, en vez de dibujar un paisaje. (Lógicamente no son los únicos dibujos de este libro)

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En muchas ocasiones, las fotografías que se pueden hacer para mostrar determinado conjunto carpintero, apenas explican nada del mismo. Hay que reinterpretarlas

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Y eso sólo es posible haciendo un dibujo que seleccione de las fotografías realizadas lo que realmente interesa, eliminando parcialmente las partes que quedan suficientemente explícitas para poder ver lo que ocultan.

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Desafortunadamente, no siempre podemos hacer buenas fotos, y tenernos que conformarnos con la imagen que las circunstancias permitieron, y cuando ocurre, como en este caso, que la calidad de la foto no era suficientemente buena para la publicación,

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Al menos nos sirve para hacer un dibujo, en el que además podamos mostrar los elementos de la estructura que en la foto nunca pueden verse, así como la descomposición de sus elementos, o lo que consideremos conveniente.

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Y así, por unas u otras razones, el libro se va llenando de dibujos, como éste de una de las capillas laterales de la iglesia de Erustes, en la provincia de ToledoC2_10

O la armadura de la iglesia de San Andrés de Zamora, una atrevida solución que cubre una planta de unos cuatrocientos metros cuadrados sin ningún tipo de soporte intermedioC2_11

O esta seisavada, que el papa Luna mandó construir en su castillo de Mesones de IsuelaC2_12

O la que tuve que recomponer a partir de los fragmentos conservados en la iglesia granadina de san Jerónimo, para el que iba a haber sido Museo Nacional de Arte Hispanomusulmán

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O este lujoso artesonado, que mandaron levantar los Reyes Católicos en la Aljafería de Zaragoza, para su salón del trono

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O la curiosa pechina del presbiterio de la iglesia del convento de la Madre de Dios en Sevilla

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O estos dos chapiteles, el de la izquierda de la iglesia de San Sebastián de Méntrida en la provincia de Toledo, y el de la derecha, uno de los rehechos tras el incendio sufrido en el Alcázar de Segovia

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O este rico artesonado renacentista de Otero de Sanabria, una pequeña aldea perdida en la provincia de Zamora

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O éste también renacentista de los Reales Alcázares de Sevilla, etc. etc.

Entre dibujos y fotografías, el libro cuenta con 500 ilustraciones,

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Sin contar las que aparecen en las 123 páginas del léxico carpintero con que se completa el volumen.

Como ya he dicho, estos dibujos se hicieron para un libro, pero no he explicado que hasta cumplidos los cuarenta años jamás se me había pasado por la mente la idea de estudiar nuestra carpintería histórica, ni sabía nada de ella.

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Yo era un arquitecto de tantos que hacía edificios de viviendas,

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Principalmente en Madrid

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o apartamentos turísticos,

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También urbanizaciones

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o naves industriales

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Precisamente uno de mis primeros trabajos fue una fábrica de ataúdes, y hablando de arquitecturas fúnebres, también me tocó hacer un panteón, eso sí, muy bien impermeabilizado, porque el cliente quería no tener goteras durante toda su muerte.

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Y es que los arquitectos, sobre todo los que ya tenemos un porrón de años, salíamos de la escuela como especialistas en la totalidad, lo mismo teníamos que saber urbanizar una ciudad entera, hacer un hospital o un teatro de ópera, pongo por caso, y por supuesto calcular su estructura y sus instalaciones, aunque eso sí, en la asignatura de instalaciones aun nos enseñaban los timbres de las viviendas que funcionaban con una pila consistente en un frasco cilíndrico de vidrio con un electrolito y los correspondientes ánodo y cátodo, a pesar de que habían dejado de existir antes de nuestra guerra civil. En una rehabilitación en Burgos encontré uno y me hizo una enorme ilusión.

Y lógicamente, cuando nos hacían un nuevo encargo, si era algo que nunca habíamos hecho, había que empezar a comprar libros y estudiar el tema hasta saber lo mínimo para enfrentarnos al trabajo.

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Y eso es lo que tuve que hacer con un peculiar encargo para recomponer y montar los fragmentos de unos artesonados de lo que llamaban carpintería mudéjar en los nuevos museos que se acababan de levantar junto a la Alhambra, en los terrenos del Generalife.

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La mayoría de las piezas se encontraban almacenadas en sótanos, en fragmentos más o menos destrozados

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Y una vez que recibí el encargo del trabajo, por mis manos pasaron fragmentos y fragmentos de armaduras, algunas en razonable buen estado, que poco a poco se iban montando en los nuevos museos

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Pero realmente aquel encargo no tenía nada en común con el resto de los que hasta entonces había realizado.

Por esas casualidades que alteran el curso normal de nuestras vidas, la hija de don Manuel Gómez-Moreno, poco tiempo antes de que se desencadenase esta historia, me acababa de regalar un facsímil de un manuscrito sobre carpintería histórica que había publicado su padre unos pocos años antes, su título:

Primera y sigunda parte de las reglas de la carpintería hecho por Diego López de Arenas en este año de mil seiscientos diecinueve.

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Es algo complicado explicar la serie de circunstancias que hicieron que pasara todo un mes de agosto en el que lo único que hacía era tratar de entender el manuscrito, con la ayuda de cientos de dibujos en los que concretaba las palabras leídas y releídas, hasta estar seguro de que lo que interpretaba tenía algún sentido, y sorprendentemente, al final del mes todo el manuscrito de López de Arenas ya me resultaba inteligible.

Pensé que tras todo el esfuerzo realizado, el trabajo merecía ser publicado, pero al ser yo ajeno al ámbito universitario, o al de la investigación histórica, no tenía ni idea de cómo poderlo publicar, y sorprendentemente, cuando ya pensaba olvidarme del tema, por otra serie de casualidades, El Dr. Ewert me pidió un artículo para Madrider Mitteilungen, la revista que edita el Instituto Arqueológico alemán para las aportaciones de sus institutos en el extranjero.

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Casualmente ese mismo otoño, el Colegio de Arquitectos convocó por primera vez un premio de investigación, al que presenté el trabajo, con la esperanza de conseguir su publicación, pero a pesar de conseguir el premio, en el presupuesto del Colegio no había prevista ninguna partida que lo permitiera.

Sin embargo, se debió producir la conjunción de Júpiter con Saturno, en el plano de la órbita de Venus, o algo aun más complicado, pues en el mes de enero el Ministerio de Cultura, por primera vez en su historia convocó el Premio Nacional de Artesanía Marqués de Lozoya, ocasión que aproveché y que afortunadamente también gané, y al menos, ese premio sí llevaba implícita la publicación del trabajo.

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para no ser pesado, y resumiendo, en dos o tres años pasé de no haber oído hablar de carpintería mudéjar, a convertirme en su principal especialista, al haber logrado comprender todos los secretos del oficio, que ciertamente no eran tales secretos, pero sí difíciles de entender para alguien que no reuniera  los conocimientos de un arquitecto, que  no tuviera experiencia en trabajar la madera, y que no dominara el dibujo, ni la geometría, o la trigonometría.

Y además de reunir las condiciones antedichas, era imprescindible disponer del mencionado manuscrito, del que sólo se había hecho una edición de 500 ejemplares, la mayoría regalados a personas que, o eran simples bibliófilos, o que el tema, por ser demasiado técnico, no les interesaba.

Lo que me animó a seguir investigando, buscando ejemplos de esta carpintería por toda España,

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Con tal motivo, convencí al Ministerio de Cultura, para realizar las Bases para formar un inventario de armaduras de lacería, descubriendo cientos de ellas repartidas, sobre todo, por los territorios que fueron del reino de Castilla, y sacando a relucir miles de armaduras que en España se habían realizado para quedar vistas.

Desafortunadamente, su terminación coincidió con las transferencias de competencias del Ministerio de Cultura, lo que complicó la continuidad del trabajo, y el inventario final que estaba diseñado para llevarlo a cabo por provincias, se quedó en las estanterías del  IPHE, dado que cada Comunidad Autónoma no quiso saber nada de él, al querer zafarse del tradicional centralismo al que consideraban que habían estado sometidas. 

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Ese inventario precisaba un libro en el que estudiar nuestra carpintería histórica, tema que sorprendentemente estaba prácticamente inédito, y para poder explicar cada solución carpintera que iba encontrando, eran necesarios dibujos y fotografías.

Las fotografías en principio eran más fáciles de realizar, pero solían dejar muchas partes de la obra carpintera oculta, de ahí que los dibujos fueran un complemento imprescindible.

Cuando se contemplan muchos de estos dibujos, como el que aquí pongo de ejemplo, inmediatamente se piensa que el trabajo de carpintería representado debía ser algo sumamente complicado de llevar a cabo, y sin embrago, su aparente complejidad de trazado, era lo que paradójicamente permitía la fácil realización de esta carpintería.

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Pero para poder entender lo que acabo de afirmar, hace falta comprender la geometría que la hace posible, y para ello debemos regresar unos siglos en la historia, al menos hasta el entorno del XI y XII, y viajar hasta lo que conocemos como Asia Menor en tiempo de los Seleucidas, donde surgieron todo tipo de trazados geométricos, allí se puede encontrar cualquiera que hoy seamos capaces de imaginar, empleados principalmente como decoración de las obras de arquitectura.

La circunstancia de que por su territorio pasaran las rutas provinentes de Asia, facilitó que el comercio de las caravanas acabara siendo el vehículo que con toda probabilidad hizo llegar a nuestro país tales motivos geométricos.

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Motivos que formaban una importante faceta de su arquitectura, con independencia del material empleado. En la madraza de Konya por ejemplo, aparecen las ruedas de lazo que después constituirán el principal motivo de la decoración geométrica que llegaría a la Granada nazarí y posteriormente a nuestra carpintería, si bien en este caso, era la cerámica el material soporte de esta decoración.

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Piedra o madera también permitían el desarrollo de este tipo de decoración geométrica.

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En algún momento, tal vez en el entorno de los siglos XIII y XIV estos motivos geométricos irrumpen en los palacios del recinto de la Alhambra nazarí, aquí representada por mi buen amigo Miguel Sobrino.

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Arraigando con tal fuerza, que tan sólo en la Torre de Comares encontramos un rico muestrario de techos de madera realizados con esta técnica geométrica

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Y ahora es oportuno hacer un inciso para mencionar que en le siglo XIV Muhamad V estaba ampliando sus palacios de la Alhambra, mientras Pedro I de Castilla hacía lo mismo en los Reales Alcázares sevillanos. Con tal motivo nos consta que se intercambiaron operarios

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No dudo que si un carpintero del rey D. Pedro llegó a la Alhambra quedaría deslumbrado por los magníficos techos que engalanaban todos los palacios existentes en el recinto, especialmente el conjunto de la Torre de Comares

Lo más sorprendente es que un carpintero nazarí, en pocos minutos, pudo haber explicado al castellano la sencilla forma de diseñar un techo aparentemente tan complejo, como el que aquí muestro de la Alcoba Real del Salón de Comares

Pero antes, imaginemos que quisiéramos hacer uno similar, tal como hoy acostumbramos: en primer lugar decidiríamos la pendiente de sus faldones, en función del material de cobertura, y una vez concebido el techo, procederíamos a ajustar su decoración vista. Si decidiéramos ajustar una geométrica como la que los carpinteros musulmanes hacían para la Alhambra, nos encontraríamos con una misión prácticamente imposible, pensemos por ejemplo en como se resuelven los encuentros de este techito. El juego de ruedas se ajusta exactamente al tamaño de los diferentes faldones, con los centros de sus estrellas dispuestos exactamente en los vértices o aristas de encuentro de los diferentes paños, y de esa forma la traza geométrica tiene una continuidad ininterrumpida por toda la obra.

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La sencilla solución de este problema es lo que sin duda fascinó a los carpinteros castellanos. El proceso de diseño es radicalmente distinto del que acabo de exponer. El carpintero granadino primero diseñaba un tablero cuyas medidas se corresponden con un determinado trazado geométrico, por ejemplo el de base triangular equilátera que aquí muestro, por supuesto con la forma trapezoidal que debe tener cualquier faldón de techo a cuatro aguas.

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Todos los módulos son idénticos y llenan completamente el espacio escogido para convertirlo en un faldón del futuro techo

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Realmente, el dibujo anterior estaba incompleto por su borde inferior, puesto que los módulos se rematan en ejes de calles, y hay que proporcionar la media calle que completará el borde inferior del conjunto. Este es el momento de ajustar el trabajo a las medidas del espacio a cubrir, ya que su borde inferior es el único elemento que tendrá una relación directa con la sala cubierta.

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Pero hasta ahora hemos usado un módulo triangular que se adaptaba sin problemas a la forma trapezoidal del faldón escogido. ¿Qué haremos con este triángulo en la parte horizontal del techo, que forzosamente ha de ser cuadrada?

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Sencillamente cortamos el módulo de partida por líneas que forman con su base ángulos de 45º, y después retocamos caprichosamente la lacería correspondiente al nuevo ángulo superior, que ahora es lógicamente de 90º.

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Es evidente que nuestro nuevo diseño forma la cuarta parte del cuadrado que necesitábamos.

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Ya tenemos un faldón y el almizate cuadrado. El resto de faldones serán idénticos al que aquí se muestra, y para su construcción, si el carpintero ajustó la base del faldón al lado de la alcoba, ya no precisa medir nada más, tan sólo realizar una serie de trazados geométricos que acabamos de ver dibujados.C2_50/C4_68

 

La propia geometría del diseño condiciona el volumen que tendrá el conjunto una vez unidos todos sus elementos. Este proceso es el lógico cuando se trata de hacer un falso techo decorativo, no tanto si queremos construir una armadura de cubierta, pero es evidente que con unas pequeñas transformaciones, el sistema es aplicable a la construcción de armaduras.

Todo lo anteriormente expuesto tiene una lógica aplastante. Pero hemos dado por supuesto que sabemos realizar el trazado geométrico correspondiente a la malla triangular equilátera, y lógicamente surge una pregunta ¿No será demasiado complicado el trazado de esas figuras geométricas?

Lo más sorprendente es que los carpinteros castellanos encontraron una forma de realizar esos trazados con gran sencillez y precisión gracias a un hábil  manejo de unos juegos de cartabones, los que el carpintero ya usaba para diseñar, medir y cortar sus armaduras. Pero a eso me referiré más tarde, ahora mostraré otro ejemplo más complejo.

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Habíamos visto el juego que nos permitía la combinación de la rueda de nueve con la de doce, veamos ahora las posibilidades de la rueda de ocho con su desculatada de dieciséis. Para ello nada mejor que analizar el techo que cubre el Salón del trono de la Alhambra.

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Aquí tenemos el motivo de partida: una rueda de ocho brazos que desculata otras dos de dieciséis, de las que tan sólo vemos tres brazos en los vértices del triángulo.

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Pasar del triángulo al cuadrado no tiene mayor complicación.

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Y cuatro cuadrados como el de la imagen anterior forman este gran cuadrado que será la base de la composición.

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Una vez conseguido el módulo de partida hay que alterarlo a fin de conseguir variedad en el conjunto, y para ello se vacía la zona central, después se rellenará el hueco conseguido por el simple procedimiento de prolongar cintas del trazado restante.

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Más variantes se pueden conseguir eliminando una zona mayor, y del mismo modo que en el caso anterior, la prolongación de las cintas de la traza restante proporcionan la base de nuevas soluciones.

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El almizate horizontal se forma con el anterior módulo, al que se la alteran las cuatro esquinas cambiando las ruedas de dieciséis por ruedas de ocho con cintas dobles. El espacio central se cierra con cintas que forman un octógono donde se apoyará un cubo de mocárabes.

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El faldón contiguo al almizate debe modificar sus esquinas superiores para hacerlas coincidir con las modificadas en el almizate.

En el centro bastará modificar el triángulo que corresponde a una octava parte del vacío dejado.

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En el centro del faldón inmediatamente inferior encontramos esta variante

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Y a su lado esta otra, en la que ya aparece la esquina superior izquierda recortada para ir formando el poliedro final.C2_61

En este módulo del centro del faldón inferior el vacío a rellenar era el menor de los realizados y en él, la rueda de dieciséis brazos se sustituye por una de ocho brazos

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A su lado encontramos esta otra variante

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Los cortes de los bordes son fáciles de reproducir con precisión usando como pauta la geometría del dibujo, como si de una pauta cuadriculada se tratara.

Lógicamente todo es evidente si sabemos trazar las ruedas, pero, ¿No es demasiado complejo el proceso para que pudiera ser fácilmente asimilado por los carpinteros castellanos?

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Usando el trazado como pauta básica podemos reproducir sin cometer errores el corte del lateral del faldón superior

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Y el del faldón intermedio, del que una parte ya estaba incluido en el módulo situado a su derecha

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Y finalmente el corte lateral  del faldón inferior

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Colocando cada módulo en su sitio conseguimos el siguiente conjunto, al que sólo falta completar la parte derecha, simétrica de la izquierda.

La fiabilidad del levantamiento conseguido basándome exclusivamente en la geometría resultante del desarrollo de las ruedas de ocho y dieciséis brazos, es tanta que una vez compuesto el dibujo tridimensional del conjunto se pudo comparar con un levantamiento fotogramétrico realizado por Antonio Almagro, y las coincidencias fueron totales.

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Realmente, he mencionado la sencillez con que se reproduce cualquier techumbre de lacería, pero lógicamente he dado por supuesto que sabemos trazar las ruedas de lazo de las que dependía toda la geometría del conjunto. Veremos que trazar las mencionadas ruedas tampoco es complicado, lo que los carpinteros castellanos, como antes mencioné, resolvieron con sus cartabones, similares a los que usaban para trazar y cortar sus armaduras

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La rueda de lazo tiene un sencillo proceso de diseño usando los cartabones de lazo. No voy a exponer todo el sencillo proceso que se sigue, me limito a mostrar el trazo fundamental, del que depende que las ruedas sean siempre proporcionales entre sí. Se trata del que aparece en este dibujo y que corresponde a la cabeza del cartabón de ocho, que se hace pasar por el encuentro de la haliba y el costadillo, que proporciona un punto en el eje de la calle, donde se ha de colocar la cabeza del blanquillo para determinar el encuentro entre el costadillo y la media aspilla

Es importante saber que tenga la rueda los brazos que tenga, tan sólo es preciso saber trazar las cinco piezas que en ésta de ocho brazos aparecen coloreadas.

En realidad un brazo completo se compone de siete piezas, pero las dos que faltan son exactamente iguales a la media aspilla.

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Y de las ruedas de lazo se derivan sus desculatadas cuyo trazado es directamente dependiente de las ruedas de origen.

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En el mundo islámico, que también emplea las ruedas y sus desculatadas no se mantiene la rigidez de trazado que impusieron los carpinteros castellanos a sus trazados, imprescindible para poder controlar sus diseños.

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Lo importante de los mencionados trazados básicos es su capacidad de generar mallas regulares que servirán para controlar futuras composiciones que se convertirán en paños de armaduras

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Podríamos pensar que utilizar tan sólo las combinaciones anteriores daría unos diseños forzosamente de una gran monotonía, sin embargo voy a mostrar una serie de ejemplos resueltos a partir de esta pareja de ruedas para comprobar que no es así.

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por ejemplo en esta armadura de Madrigal de las Altas torres, donde fue bautizada Isabel la Católica, sólo se emplea el motivo anterior como generador de todo el conjunto.

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El carpintero se reserva siempre su derecho a realizar pequeñas trampas para adaptarse al espacio disponible, lo que ya introduce variaciones que dificultan descubrir la relación existente entre lo que vemos y el motivo del que procede el trazado.

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En el resto de la nave la libertad del carpintero es total, pero tampoco es sencillo percibir el juego de ruedas existente.

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Y en el presbiterio se consigue una composición totalmente distinta, separada de la anterior por un arco en el que ya vemos un intento de incorporación de las nuevas corrientes renacentistas.

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En esta iglesia de un escondido pueblo abulense, el Herradón de Pinares, nos encontramos tres ricos artesonados, el de la imagen, basado en la misma rueda de nueve y doce, pero ahora utilizando cintas dobles, lo que de nuevo dificulta reconocer el motivo de origen, salvo que nos concentremos en sus faldones triangulares.

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Y en un ayuntamiento cercano a Salamanca vemos de nuevo la combinación de ruedas de nueve y doce, aquí perceptible con relativa facilidad.

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Esta variante en Villalcón, en la provincia de Palencia nos ofrece una nueva solución del empleo de ruedas de nueve y doce, que a pesar de realizarse en una ochava de forma similar a la anterior, nada tiene que ver con la traza vista en la anterior imagen.

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Y en Tordesillas encontramos este espectacular artesonado que cubre la iglesia del convento de Santa Clara. Siempre partiendo de las ruedas de nueve y doce, pero el motivo básico apenas se percibe en el conjunto.

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Tampoco es fácil comprobar que de nuevo este artesonado de la escalera del palacio de Buenavista de Málaga, donde compite con las pinturas de Picasso, depende exclusivamente de las ruedas de nueve y doce

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O esta joya de la carpintería palentina, en Cisneros, antes de su restauración

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Y aquí un detalle de la misma, después de ser restaurada, también basada en las ruedas de nueve y doce1_2/C4_92/C3_83

 

Como está de la Sala del Solio del Alcázar segoviano, que tal vez nos recuerda a la salmantina vista antes, pero que sin embargo, es distinta de aquella.

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O ésta de la Sala Capitular del convento de San Antonio el Real, de Segovia, también es una ochava, pero las dimensiones de los faldones ahora son completamente distintas de los antes vistos y el resultado, lógicamente poco se parece a los anteriores.

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Esta sólo podemos imaginarla a través de esta perspectiva que he podido realizar a partir de los restos que se conservan en los almacenes de la Alhambra, y a una antigua fotografía en la que se podían apreciar los tejados de la iglesia de San Gil, desaparecida al construir la Gran Vía.

Y aunque a primera vista puede parecernos que se trata de una nueva combinación de ruedas de nueve y doce, basta fijarnos detenidamente para darnos cuenta que son ruedas de diez y veinte brazos, pero si no estamos acostumbrados tal vez nos cueste percibir la diferencia.

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Voy a terminar con los dibujos que han dado motivo a esta charla, cuyos trazados también están basados en las ruedas de nueve y doce brazos, este ejemplo ya lo vimos antes, en la iglesia palentina de Cisneros

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Y finalmente, el segundo dibujo, que es otro ejemplo de lo que puede dar de si la rueda de nueve y su desculatada de doce, pero lo más interesante de todo es la facilidad con que cualquier carpintero podría copiar la idea y reproducir de memoria  todo este complejo artesonado, con sólo recordar de memoria que el almizate era un triángulo equilátero, que los faldones son triángulos y cuadrados alternados, y que el conjunto formado con el almizate y los faldones quedaba finalmente inscrito en un rectángulo, lo que requiere unas pechinas que por fuerza de la geometría son medios triángulos equiláteros.