GRANADA 2013
Venir a Granada a explicar que es la carpintería de lazo
es como ir a Valencia para explicar lo que es una paella. Sin embargo, no todo el mundo sabe que la paella en su origen no era el arroz que los valencianos han hecho famoso,
sino la sartén en que se hace, pero el plato es tan conocido, que ¿a quien le importa como se llama la sartén?, de hecho la mayoría no la llama paella sino incorrectamente, paellera.
Algo parecido ocurre con nuestra carpintería histórica, pero hoy voy a dejar de lado la cuestión del nombre que debe designarla, sino a comentar una serie de consideraciones sobre cómo, y por qué pudo surgir en nuestro país, y después que cada cual saque sus propias conclusiones.
Creo que nadie duda que fue Granada el lugar de España en que apareció esta carpintería, y la ciudadela de la Alhambra donde cobró todo su esplendor.
Tal vez fuera el palacio del Partal el primero que recibe este novedoso ornamento,
y Muhamad V quién culminó la labor, iniciada en su nuevo Mexuar, tal como en este dibujo lo imagina mi buen amigo Miguel Sobrino
y lo remató con el sorprendente conjunto del Patio de los Leones, cuyo recuperado pavimento fue considerado inexistente durante décadas, tal vez porque sabios historiadores así lo habían establecido.
Hace ya veintisiete años, publique en Cuadernos de la Alhambra, (no sin seria oposición) un artículo en el que no pretendía exponer ninguna teoría,
tan sólo me limité a aportar los testimonios de Jerónimo Múnzer 1494, Antonio de Lalaing, 1502, Andrea Navagiero 1526, Luis del Mármol 1600, o Bermudez Pedraza 1608, viajeros que en su día habían visto el patio enlosado con mármol,
He traído este ejemplo para mostrar que los principios de autoridad con frecuencia dificultan el avance de las investigaciones.
Es más frecuente de lo que pensamos, que los principios de autoridad prevalezcan ante evidencias constatadas, y eso ha estado ocurriendo en el caso de nuestra carpintería histórica, por ejemplo pasando por alto la existencia de carpintería “mudéjar” en lugares tan alejados de su granadino origen, como en Santiago de Compostela.
También ha sido frecuente creer que esta carpintería era un producto del sur islamizado, pasando por alto las existencia de estas armaduras por el norte de España especialmente en territorios que conformaron el Reino de Castilla, así los podemos encontrar en Galicia.
Donde encontramos más de un artesonado.
Esta y la anterior están en Santiago de Compostela.
O incluso en pleno centro de la ciudad de Lugo, donde podemos contemplar esta ochava de lazo que los propios lucenses apenas conocen.
Por eso creo que es bueno hacer una serie de consideraciones sobre como pudo cuajar en nuestro país esta carpintería y que hizo posible que se extendiera, incluso hasta el nuevo mundo, para intentar explicarlo voy a hacer un inciso.
Y es interesante para comprenderlo saber como se construyó en Europa hasta la aparición del acero laminado.
La Europa mediterránea ha sido esencialmente constructora de fábricas, de piedra, ladrillo u hormigones, mientras que la Europa atlántica mayoritariamente ha sido carpintera. Eso no quiere decir que en el mediterráneo no se usara la madera en la construcción ni en el norte de Europa se ignorara la piedra o el ladrillo. Me refiero a la forma más habitual de concebir los edificios.
En tiempos del impero romano, como en tantos otros lugares, la madera se usaba para realizar forjados de piso usando técnicas que han pervivido siglos
o armaduras de cubierta, donde aportaron la invención del cuchillo triangulado, lo que demuestra que con independencia de su preferencia por las fábricas, Roma dispuso de magníficos carpinteros
mientras que en la Europa atlántica, se prefería la madera para estructurar sus edificios, lo que no impedía que también usaran el ladrillo o la piedra, especialmente para preservar la madera de las humedades del terreno,
O para evitar el peligro del fuego,
Tras la caída del imperio romano, los pueblos que lo ocuparon reinterpretaron como pudieron su arquitectura, dando lugar al estilo románico
Más al norte, alejados del influjo romano, surgió el gótico, que entiendo como una formalización en piedra de quienes habitualmente trabajaban la madera.
De hecho, se podían hacer bóvedas góticas exclusivamente con madera, como se demostró en el cimborrio de la catedral de Ely,
o sin ir tan lejos, en muchas iglesias del país vasco, de las que aquí expongo sólo una pequeña muestra.
La situación de España en Europa es excepcional, goza del influjo mediterráneo y del atlántico, y por tanto siempre hemos compartido ambas formas de entender la construcción o la arquitectura, conceptos que con más frecuencia de la debida se confunden.
Además nuestra península enlaza directamente con África, lo que indudablemente nos diferencia de Francia, el otro país europeo que también es atlántico y mediterráneo
En Francia, esta dicotomía climática también tiene sus consecuencias, cuando en el siglo XVIII aparece la Enciclopedia de D’Alambert y Diderot, se incluye un capítulo para la arquitectura, en el que se explica la arquitectura como el arte de “diseñar” edificios,
Sobre todo volviendo a la pureza de formas del pasado, nos muestra la forma y proporciones de sus principales componentes.
Pero a la hora de poder construir esa nueva arquitectura, no se pueden desprender de su gran experiencia carpintera propia de la Europa atlántica
Y si hoy recorriéramos el Paris que no destruyó el Barón Haussman, seríamos incapaces de imaginar que toda la edificación que nos rodea, tras sus revocos, cuenta con un poderoso esqueleto de madera, ya fuera como se hacía antes de la Enciclopedia, o como se empezaba a hacer en su tiempo.
Pero volvamos a los palacios granadinos,
tal vez no fueron los realizados en la Alhambra los primeros, como este del Oratorio del Partal
pero en cualquier caso, Granada fue sin duda el primer lugar donde aparecen las techumbres de madera con la decoración geométrica que nos interesa.
La primera pregunta que surge es: ¿quienes pudieron ser sus autores, y que tradición carpintera pudieron tener?. La respuesta inmediata es evidente: carpinteros islámicos.
Asumamos que la respuesta es correcta, cabe una segunda pregunta: ¿de donde procedían? Evidentemente, o estaban ya en Granada o llegaron de cualquier otro lugar.
Si ese lugar lo buscamos en el mundo islámico,
en pocas regiones de las convertidas al Islam había tradición de organizar estructuras de cubierta cuyos faldones inclinados desalojan rápidamente las lluvias, por la sencilla razón de que ese no era su problema.
Tal vez en el cercano Marruecos se llegara a hacer algo similar, pero no como trabajo habitual, sino como la excepción que confirma la regla
Y si insistimos en buscar tradiciones carpinteras que pudieran haber propiciado nuestra carpintería histórica, algo podremos encontrar, por ejemplo, en el Yemen se hace una buena carpintería con algunas semejanzas, pero tan sólo la practican en puertas, balcones, ajimeces o elementos ornamentales, pero jamás en estructuras de cubierta.
Aunque no sea demostrable, la lógica nos dice que tuvieron que ser carpinteros granadinos quienes inventaron esta nueva carpintería, se trataba de incorporar una vistosa geometría decorativa a los trabajos que en aquel momento sabían hacer
Estos motivos geométricos, evidentemente vinieron de territorio islámico, y con toda probabilidad de la Turquía seleucida, donde por cierto, jamás se emplearon en estructuras carpinteras, siempre fueron simples decoraciones añadidas a su peculiar arquitectura, y si de madera se trataba, podía ser una puerta, un nimbar y poco más.
Supongamos que el primer autor de una de estas carpinterías fuera musulmán y de Granada, y también experto carpintero que había aprendido el oficio de su padre, éste de su abuelo, su abuelo del bisabuelo, etc. etc. No me cabe duda que acabaríamos en un muladi, es decir en un antiguo trabajador, siervo o esclavo, que renegando del cristianismo pronto consiguió ser liberto, y además evitaba pagar la capitación de quienes por la razón que fuera, preferían seguir siendo cristianos, y por añadidura, el cambio de confesión nada implicaba cambio de oficio.
Mientras transcurría el siglo XIII, Fernando III se adentraba poco a poco, pero implacable, en los territorios musulmanes, en 1236 caía Córdoba, desde 1248 Sevilla era cristiana, los territorios al este de Granada también iban sucumbiendo a los cristianos,
aun faltaba un siglo para que los primeros palacios de la colina de la Alhambra empezaran a tomar forma, probablemente con Yussuf I ya mediado el siglo XIV.
Con Muhamad V Sevilla y Granada eran aliadas. Pedro I estaba reconstruyendo los Reales Alcázares para su sede,
mientras en Granada Muhamad V construía el Patio de los Leones. ¿Pudieron carpinteros de Pedro I conocer la Alhambra? No me consta ese dato concreto, sí que ambos monarcas intercambiaron operarios, pero en el fondo el detalle de donde se produjo el intercambio carece de importancia.
Del mismo modo que para el análisis técnico de nuestra carpintería, tampoco importa que los carpinteros que entonces trabajaban en Sevilla fueran musulmanes, mudéjares, o cristianos, lo que realmente me interesa es saber como fue posible asimilar a sus obras habituales, y con tanta facilidad, una técnica geométrica aparentemente tan endiablada.
Y sólo encuentro una explicación: que en el siglo XIII las técnicas carpinteras heredadas de celtas, normandos o visigodos que poblaron nuestro territorio antes de la invasión islámica, afortunadamente no se habían perdido.
Y para que la rápida asimilación de la compleja geometría islámica fuera posible, es también lógico pensar que aquellos carpinteros que trabajaron en nuestro territorio, eran también duchos en el manejo de la geometría para realizar sus trabajos,
y hasta me atrevo a aventurar que ya realizaban estrellas de ocho puntas en sus trabajos estructurales, como las que luego usarían en la Sinagoga de Samuel Halevi a mediados siglo XIV,
o en unos restos de fecha desconocida que se conservan en el museo Provincial de Salamanca.
De hecho, en esas fechas podemos encontrar en Europa alguna armadura de cubierta, que compagina la función estructural con la decorativa, incluso formando estrellas de ocho puntas, como la que cubre la sala capitular de la Abadía de Canterbury.
Es decir, en nuestra península la tradición carpintera visigoda permaneció, no sólo en territorio cristiano, sino también en el musulmán, ya que el cambio de religión no implicaba necesariamente cambio de oficio, los que hacían las cubiertas de los edificios las siguieron haciendo pues tampoco la religión había cambiado el clima
Es curioso que la técnica carpintera que recoge López de Arenas a finales del siglo XVI
es técnicamente similar a la que se ha conservado en Europa. A principios del siglo XX, George Ellis recoge en sus libros de principio del siglo XX, el uso de los cartabones de armadura, convertidos en una escuadra de acero que también permite trazar los ángulos necesarios para el corte de piezas que deban formar determinados polígonos.
o a fines del siglo XX, la misma técnica explicada por López de Arenas la encontramos en libros de texto americanos.
Realmente puede parecer difícil de creer que un carpintero de tradición visigoda pudiera asimilar estos complejos trazados islámicos, pero voy a mostrar a continuación, que aprender a realizar un techo como el que adorna la alcoba del trono del Salón de Comares, puede resultar casi un juego de niños.
Vamos a utilizar este triángulo equilátero, olvidándome por el momento de cómo se traza la rueda que vemos en su centro
Si el módulo lo giramos 60 o 180 grados,
Podremos juntarlo con el anterior, y el trazado tiene total continuidad entre ambos módulos, esto es lo esencial de este tipo de trazados, la continuidad que se consigue
A partir del triángulo equilátero escogido se puede preparar un faldón de una artesa determinada, sin preocuparnos por el momento de la inclinación que habrá de tener en el techo que vamos a construir
Todos los módulos son idénticos y llenarán completamente el espacio escogido
En realidad, el borde inferior no se va a comunicar con ningún nuevo módulo por lo que he completado la calle inferior
Para el almizate, es decir la parte horizontal del techo, necesitamos un cuadrado
Lógicamente el triángulo que ha servido de base en principio, no parece adecuado al nuevo cuadrado
Vamos a trazar unas diagonales del cuadrado y ver que nos queda en una de las cuatro partes en que lo hemos dividido
Elimino los trazos que no me gustan
Los remato en la medida que la continuidad de trazos es elemental
Y para continuar trazo un octógono en el que inscribiré una cubo o un racimo de mocárabes
Y ajusto el octógono con el trazado que ya tenía
Giro cuatro veces el trazado realizado, y de esa forma ya tengo completa la muestra del techo.
La propia geometría del diseño condiciona el volumen que tendrá el conjunto una vez unidos todos sus elementos. Este proceso es el lógico cuando se trata de hacer un falso techo decorativo, no tanto si se trata de construir una armadura de cubierta, pero es evidente que con unas pequeñas transformaciones, el sistema es aplicable a la construcción de armaduras.
Todo lo anteriormente expuesto tiene una lógica aplastante. De todos los infinitos trazados geométricos que se desarrollan en el mundo islámico, a nuestros carpinteros tan sólo les inbteresaron estas combinaciones de ruedas
Cada una de las ruedas que acabo de mostrar, genera una trama, que es la que el carpintero utilizará para controlar sus trazados. Acabamos de ver un ejemplo resuelto con la combinación de ruedas de nueve y doce.
Pero hemos dado por supuesto que sabemos realizar el trazado geométrico del interior del triángulo, y lógicamente surge una pregunta ¿No es demasiado complicado el trazado de las ruedas que generan semejantes mallas?
Lo más sorprendente es que los carpinteros castellanos, con independencia de la forma de trazado islámica, encontraron un modo de realizar estos temas geométricos con gran sencillez y precisión, totalmente diferente al que utilizaba el tracista musulmán, gracias a un hábil manejo de cartabones, que el carpintero ya usaba para diseñar, medir y cortar sus armaduras.
Lo interesante del método es que para cada rueda basta un juego de tres cartabones cuya construcción es extremadamente simple, y además inolvidable
Tan sólo se necesita saber trazar las piezas que en este dibujo están totalmente coloreadas, las dos que aparecen silueteadas son idénticas a una de las anteriores. Para completar la rueda basta repetir ese trazado tantas veces como brazos tenga la rueda.
Y de nuevo me hago una pregunta: ¿Si reproducir esta geometría era tan simple, cómo es posible que en todo el resto del mundo islámico apenas haya sido capaz de encontrar un par de ejemplos en techos de madera en que aparezcan este tipo de trazados?
Y sólo encuentro una respuesta, que aquellos carpinteros de herencia visigoda, además de dominar la geometría, también tenían que ser proclives a la decoración de cintas entrelazadas, algo muy arraigado entre los pueblos celtas, escandinavos y nórdicos.
Si nos fijamos en este tipo de decoración aparentemente igual a la anterior, pero realizada en el mundo islámico, hay una diferencia significativa, en este trazado la imaginación y creatividad del autor tiene libertad total para diseñar lo que se le antoje, en el fondo su origen tiene relación con la rueda de nueve brazos y la de doce, pero no está sometida a la sistemática repetición del modelo básico.
El carpintero castellano necesitaba respetar una disciplina estricta, dado que esa disciplina será la que le permitiría un exacto control de las medidas de sus trabajos, con la absoluta precisión que precisa cada elemento, para que la conjunción de todos los construidos se produzca no sólo con total coincidencia en sus bordes, sino también en las medidas totales.
Eso explica que se prodigaran tanto este tipo de armaduras carpinteras por todo el reino de Castilla. Y quien pueda pensar que la repetición sistemática de uno de estos trazados, como el generado por la rueda de nueve y doce puede producir resultados monótonos, no tiene más que ver los siguientes ejemplos, todos a partir del mismo motivo, para convencerse de lo contrario.
Esta es la nave de San Nicolás de Madrigal, donde se bautizo Isabel la Católica,
Y este su presbiterio, donde se consigue una composición totalmente distinta, separada de la anterior por un arco en el que ya vemos un intento de incorporación de las nuevas corrientes renacentistas.
En esta iglesia de un escondido pueblo abulense, el Herradón de Pinares, nos encontramos tres ricos artesonados, el de la imagen, basado en la misma rueda de nueve y doce, pero ahora utilizando cintas dobles, lo que difícilmente relaciona su motivo básico con el de las anteriores.
Y en un ayuntamiento cercano a Salamanca vemos de nuevo la combinación de ruedas de nueve y doce
Esta variante en Villalcón, en la provincia de Palencia nos ofrece una nueva forma de usar las ruedas de nueve y doce, nada parecido al que acabo de mostrar.
En Villalón de Campos este otro artesonado, también de nueve y doce, en una composición diferente, hace los honores a un magnífico retablo de Berruguete
Tampoco es fácil comprobar que este artesonado también se resuelve gracias a las ruedas de nueve y doce
O esta joya de la carpintería palentina, en Cisneros, antes de su restauración. Su polifacetada estructura hace difícil ver con claridad su trazado de ruedas de nueve y doce,
Y aquí después de ser restaurada, donde se aprecian mejor sus detalles. El conjunto de racimos de mocárabes atraen la atención hacia su almizate, distrayendo la apreciación de su repetido motivo de nueve y doce.
En este dibujo intento explicar el sistema constructivo de la armadura que acabo de mostrar
La abundancia de armaduras realizadas por todo el reino de Castilla explica que D. Manuel Gómez-Moreno se sorprendiera sobremanera al encontrar en la Moraña abulense tantas armaduras de lazo.
La abundancia de armaduras realizadas por todo el reino de Castilla explica que D. Manuel Gómez-Moreno se sorprendiera sobremanera al encontrar en la Moraña abulense tantas armaduras de lazo.
Y si ya eran muchas las que pudo descubrir con los medios disponibles a principios del siglo XX, la doctora María Fernández Shaw, al realizar su tesis, aun encontró unas cuarenta más que D. Manuel no pudo ver,
y en un corto recorrido de San Rafael a Ávila, pude sumar otras dos techumbres inéditas, una de ellas con prueba de que su carpintero conocía las reglas de trazado de los lazos.
Fue la dinastía Trastámara, tras derrocar a Pedro I la que consolidó esta forma de construir armaduras.
Juan II, fue un claro aficionado a estas joyas
El Alcázar segoviano estuvo repleto de ellas
Como el también segoviano convento de San Antonio el Real, obra de Enrique II
Cuya iglesia vemos aquí
¿Cuándo empezó el declive de esta carpintería?
La llegada del Renacimiento pudo poner a la carpintería de lazo en peligro de desaparición, la imprenta que acababa de inventar Gutenberg iba a divulgar la arquitectura clásica
pero los tratados que venían de Italia, o los que en España se escribieron, poco o nada decían de la forma de resolver una compleja armadura de cubierta, fuera o no de lazo,
En la Granada recién conquistada, cuando la dinastía Trastámara está a punto de extinguirse, y la carpintería corría el riesgo de perder su principal mecenazgo, los carpinteros ya estaban tratando de asimilar las novedosas corrientes renacentistas,
aunque no sabían muy bien en que consistía la nueva moda a seguir. El convento de Santa Isabel la Real nos muestra en el presbiterio de su iglesia uno de esos intentos,
cuyo autor aun repetirá dos veces
pero la carpintería de lazo ya no era un tipo de trabajo que se hiciera por seguir una tendencia de más o menos éxito. Se había convertido en el sistema más eficaz de cubrir un edificio, y además era de gran vistosidad, y perfectamente compatible con la ortodoxia renacentista.
Realmente, durante el siglo XV y fundamentalmente en el XVI, la carpintería de lazo se afianzó en Castilla por haber proporcionado al carpintero la posibilidad de prefabricar sus armaduras, que podían construirlas por paños fácilmente manejables, y que después se montarían sin problemas, gracias a la precisión que la geometría de origen islámico les había proporcionado,
la lacería proporcionaba la densa trabazón que hacía los paños suficientemente rígidos para poder ser manejados sin problemas.
Esta carpintería siguió practicándose durante todo el siglo XVII, y languideciendo durante parte del XVIII.
Será la recién creada Academia, en su intento de poner orden en el complejo mundo que compartían carpinteros, alarifes, canteros, albañiles, aparejadores o carpinteros ensambladores, estos últimos convertidos en architectos, (titulo que entre nosotros no existía), la que acabará relegando la carpintería de lazo, al apostar por la arquitectura neoclásica, y curiosamnte fueron los propios carpinteros quienes con sus bóvedas encamonadas,
ocultarán muchas de las obras por ellos realizadas. Bien es verdad que muchas armaduras de lazo permanecieron en su lugar, al ser la protección real del edifico reformado, y eso nos ha salvado muchas de su ruina.
A finales del siglo XIX los viajeros románticos que recorrían nuestro país, quedaron fascinados por todo lo que encontraban en nuestras tierras,
especialmente la exótica arquitectura de raigambre islámica
el nombre de la Alhambra recorrió el mundo entero,
teatros, bares o cualesquiera otros locales lo adoptaron
Los propios españoles se entusiasman con este nuevo estilo, Amador de los Ríos lo utiliza en su discurso de ingreso en la Academia de Bellas Artes,
y se vuelve la vista a esa espectacular carpintería que se va a intentar recuperar, el marques de Salamanca encarga una residencia en Carabanchel donde hará un salón árabe con un artesonado de lazo,
frente al paseo del Prado, con la colaboración de Contreras se construyó el palacio Xifré, con varias réplicas de los artesonados de la Alhambra, en la madrileña carrera de san Jerónimo se construyen unos baños públicos que también utilizaron esta carpintería como reclamo,
El interés por nuestra carpintería va en aumento, tanto que en 1912 se reedita de nuevo libro de Diego López de Arenas
Que en 1929 le servirá a Aníbal Alvarez para cubrir las cajas de escalera de los edificios de la plaza de España, de la feria Ibero Americana, aunque fuera mal interpretando los dibujos del libro, pero tan sólo se trata de un intento póstumo, que no pasará de ser un ejemplo más del eclecticismo que acompañó al paso entre los siglos XIX y XX
Fin